lunes, 24 de junio de 2013

Régimen y salud, un tándem con muchos peligros


¿Quién no se ha dejado seducir alguna que otra vez por regímenes milagrosos? La rapidez anunciada, los kilos perdidos prometidos, la seguridad de tal clínica o tal médico y la garantía de permanecer delgado empujan cada año a muchas personas a someter su cuerpo a "la prueba", y al peligro.
Régimen y salud, un tándem con peligros  
© Thinkstock
Si bien la mayoría de regímenes, sea cual sea el método, realmente hacen adelgazar en la báscula, al menos durante los primeros meses, esta relativa eficacia no siempre va de la mano con la salud, sino todo lo contrario. La pérdida de peso no se efectúa solamente en los pequeños michelines de grasa poco favorecedores, sino también en los músculos y en la masa hídrica. Al llevar a cabo una restricción, estos regímenes imposibles se reducen a una privación calórica a menudo muy importante, lo cual no sólo provoca un efecto “yo-yo” garantizado, sino también una multitud de problemas sanitarios que todos los expertos en nutrición no consideran precisamente anodinos. 

Un yo-yo garantizado

Está más que demostrado que nos adelgazamos más rápido cuando nos sometemos a un régimen drástico, desequilibrado o “milagroso”, es decir, pasando hambre. Al menos al principio, porque al cabo de unas semanas no sólo comprobamos que no hemos perdido un solo gramo, sino que la báscula nos muestra que hemos engordado un poco. 
Éste es el fenómeno “yo-yo”: frente a una situación de privación o a fuerza de “hacer zapping” de un régimen a otro, pasando ciertas temporadas con una alimentación “normal”, el organismo disminuye su consumo de energía y quema más lentamente las calorías disponibles para proteger la supervivencia de la reserva de grasa. Nuestra “caldera” interior funciona peor, pero cuando volvemos a comer normal, lo cual siempre acaba ocurriendo debido a las frustraciones y a los resultados decepcionantes, ganamos más peso del que hemos perdido. 

Este es el efecto yo-yo, sin contar que por el camino se cambia el músculo por grasa. 

Un aislamiento social evidente

Para que una pérdida de peso sea eficaz, es necesario que el programa sea aceptable. Pero las obligaciones y las prohibiciones de estos regímenes, la contabilidad permanente de calorías, la absorción de azúcares junto con la toma exclusiva de sopa no favorecen un seguimiento regular… Además, ya puedes ir despidiéndote de la sociabilidad, del reparto de las comidas en familia, con los compañeros de trabajo o con los amigos, de la buena convivencia, de la duración habitual de “la toma alimenticia” y de la pausa para descansar; y da la bienvenida a la frustración, la acentuación de la soledad y al aislamiento del entorno. En caso de sobrepeso, éstos también serían los síntomas.

Carencias de micronutrientes de la cadena

La marginalización de varios grupos alimenticios durante la práctica de estos regímenes también acarrea cierto riesgo de carencias en cuanto a vitaminas, especialmente las del grupo B (ya que estos regímenes prohíben los elementos feculentos, como la carne) o las denominadas liposolubles (A, E y D). Esto es debido a que la mayoría recomiendan únicamente el consumo de preparados totalmente descremados y aconsejan la supresión de materia grasa, como el aceite o la mantequilla. También se observa muy frecuentemente que existen deficiencias en sales minerales, como en magnesio (que sobretodo se encuentra en alimentos de gran valor energético, como en el chocolate, los frutos secos o el plátanos) y en oligoelementos (hierro, cobre y zinc son a menudo los más afectados ya que los productos de origen animal se descartan de cualquier dieta). 
Las personas asiduas a estos pseudo regímenes suelen padecer consecuencias: fatiga nerviosa y física, problemas dermatológicos, caída del cabello, vértigo o una disminución radical de las defensas inmunitarias son algunas de ellas.

Carencias de ácidos grasos esenciales frecuentes

No debes olvidar que tanto los ácidos lípidos como los grasos son los nutrientes más densos en calorías (1gr. aporta 0 Kcal.; en cambio, la misma cantidad de azúcar sólo aporta 4). Recuerda que las substancias lipídicas son esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Algunas ya se han mediatizado, como el famoso Omega 3, imprescindible para el funcionamiento y constitución de las membranas de las células, especialmente las cerebrales. Los regímenes demasiado restrictivos o poco comprometidos con la calidad nutricional de las grasas también suelen ser fuente de problemas de memoria, concentración, depresión y pueden provocar problemas cardiovasculares porque no aportan los elementos protectores. 

Un debilitamiento muscular inquietante

Régimen y salud, un tándem con peligros  
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Además, cuando la ingestión calórica es muy baja, el cuerpo está obligado a encontrar “carburante” energético de todas formas en sus propias reservas, algunas adiposas (que son las grasas de reserva), pero también proteicas. A partir de éstas últimas fabrica los ácidos aminados de la glucosa que faltan en cualquier alimentación restrictiva. De esta forma, como las proteínas son sobre todo moléculas de estructura al nivel de las fibras musculares, los músculos tienden a adelgazar durante los regímenes hipocalóricos. Pero son precisamente los músculos los que representan la masa activa del cuerpo, la que no sólo nos hace movernos, sino también la que nos hace permanecer “rígidos”. A menudo se observa un cansancio físico intenso y agotamiento después de un mínimos esfuerzo (aquello que reduce las despensas calóricas, también disminuye las posibilidades de adelgazar). Como los músculos también participan en el mantenimiento de las articulaciones y las proteínas actúan en la constitución de un esqueleto, no podemos olvidar que las perturbaciones óseo-articulatorias (riesgo de fractura, por ejemplo) pueden ser frecuentes.

Verdaderos signos de malnutrición

Las “Recomendaciones para el diagnóstico, prevención y tratamiento de la obesidad” recuerdan los peligros nutricionales de los regímenes con bajo nivel calórico (menos de 1200 calorías al día): al situarse a niveles muy inferiores a las necesidades de descanso (metabolismo de base, es decir, el mínimo vital para que el corazón pueda latir, el hígado funcionar, los riñones filtrar…), estos regímenes habitualmente utilizados pueden desembocar a una desnutrición o malnutrición y pueden conllevar problemas cardíacos (taquicardia, hipertensión…), pérdida de la masa ósea, carencias severas, vértigo… Es necesario no olvidar la cantidad mínima de energía y de proteínas recomendada y respetar la aportación correcta (de vitaminas, minerales, ácidos aminados). Además, es imprescindible evitar las carencias o problemas inquietantes que pueden desarrollarse si no se ingieren como mínimo 1500 calorías al día y 65 gr. de proteínas en el caso de la mujer, y 1700 calorías al día y 75 gr. de proteínas en el hombre.

Riesgo de esterilidad reconocido

Durante el congreso “Mujeres y Nutrición”, organizado por el Centro de Estudios de Investigación y de Información Nutricional (CERIN, en Francia) en octubre del año 2000, los especialistas ya adelantaron que a fuerza de regímenes drásticos, las mujeres cada vez tenían más dificultades para engendrar un bebé. La restricción alimenticia les hacía perder el equilibro del sistema hormonal y provocaba problemas en la ovulación. Esta perturbación en la fabricación de hormonas sexuales se debe a la disminución de la masa grasa, lo cual puede conducir a la desaparición de la menstruación (amenorrea) y también a la restricción calórica. Ante esta restricción, el cuerpo acaba entrando en una “hibernación” metabólica para ahorrar las reservas. Es precisamente este arte de hacer una economía “interna” para sobrevivir lo que perturba la fabricación de hormonas sexuales. Del mismo modo, las mujeres embarazadas que se aplican una restricción alimenticia deben tener en cuenta que el riesgo de pagar este déficit repercutirá en su bebé, que sufrirá un retraso en el crecimiento. 

Trastornos psicológicos

Pasar hambre durante un largo periodo de tiempo acarrea carencias y secuelas físicas importantes; sin embargo, no debes olvidar las consecuencias psicológicas, que son también muy inquietantes y desafortunadamente frecuentes. Para alcanzar una delgadez ideal, que refleja a menudo una imagen corporal llamada ideal pero que no se corresponde con la “realidad genética”, muchas personas, en especial las mujeres, adoptan estos regímenes que nada tienen de dietéticos (del término griego “diaita”, que significa “modo de vida”). En general, tienden a adoptar un comportamiento muy restrictivo respecto a su alimentación y las sensaciones de placer, gusto, hambre y saciedad se eliminan a favor de obligaciones muy estrictas y difíciles de respetar durante mucho tiempo. Además, también se exponen innegablemente a padecer algún “patinazo” (relacionado con el estrés, la ansiedad, las tentaciones…) durante el cual comerán mucho más. El riesgo de entrar en una espiral de fracasos donde los “patinazos” se viven como un sufrimiento suplementario es real. Además, también pueden surgir varios trastornos del comportamiento si se siguen estos regímenes tan restrictivos, como la bulimia, la anorexia, la ortorexia, el comer compulsivamente, picotear… Estos regímenes  tan estrictos se desaconsejan completamente a mujeres embarazadas o que estén amamantando a sus bebés, a niños y adolescentes en plena etapa de crecimiento, a personas que padecen patologías crónicas (cardiovasculares o insuficiencias renales) y también a todos aquellos y aquellas que quieren aspirar a un imposible sin tener en cuenta sus propias características morfológicas, profesionales, gustativas, sociales, motivacionales… 

A falta de un régimen, evalúa tu actividad física e intenta moverte más para adelgazar en vez de obligarte a perder peso sobre la báscula. Come cuando tengas hambre, ¡pero disfrútalo, sin abusar! Sólo lo diremos una vez más: sólo una alimentación equilibrada, personalizada y con un buen seguimiento puede tener un efecto duradero sin poner en riesgo la salud. 

D. Galtier

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